
El texto reflexiona sobre la vejez mental y la dificultad de mantenerse políticamente joven en un mundo desigual. Critica la obsesión por el cuidado individual de la salud cuando realmente la salud mental es un asunto colectivo. Aboga por una danza improvisada como medio de liberación y conexión con los demás, y resalta la importancia de cultivar empatía y amor.
Danzar: la liberación del mundo
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